viernes, 25 de abril de 2008

El cuento de ser rey

En cualquier cuento podemos encontrarnos la figura paternalista y bondadosa de los reyes. Esa figura bonachona y graciosa, que nadie sabe porqué reina pero está ahí, siempre dispuesta a defender a su pueblo contra cualquier invasor. Nos los describen en sus magníficos castillos desde el cual vigilan el pueblecito de sus súbditos. Organizan fiestas de vez en cuando y el pueblo acude gustoso a disfrutar del momento. Son amables, cercanos, cualquiera puede hablar con ellos, y preocupados por los problemas de las gentes e incluso reparten monedas entre los más necesitados. Pero también, si algún aldeano se porta mal o les dice algo que no es correcto quizás lo encierren en oscuros calabozos o sus verdugos le cortan la cabeza. No todo iba a ser tan maravilloso.

Pero claro, una cosa son los cuentos y otra la realidad. Actualmente las cosas son totalmente distintas, no porque no existan reyes, sino porque esa forma tan idílica de presentarlos en los cuentos no tiene nada que ver en pleno siglo XXI. Por ejemplo, en la actualidad, sabemos de donde vienen y quien los pone, por ejemplo un golpista fascista. Aunque ya no viven en castillos con torreones, almenas y puentes levadizos viven en enormes palacios, pagados por el país mientras sus súbditos apenas pueden optar a una vivienda. Pueden permitirse el lujo de tener los hijos que quieran puesto que no les costará nada mantenerlos e incluso desde la cuna algún rector de universidad le regalará al nuevo infante una plaza para estudiar allí con todos los gastos pagados. Organizan fiestas, por supuesto pagadas de fondos públicos, a las que solo pueden acudir ricos empresarios, banqueros y algún que otro político. Cuando salen a la calle ya no lo hacen con carrozas, lo hacen rodeados de guardaespaldas y separados de sus súbditos, esos que les mantienen, mediante vallas como si estos tuvieran alguna enfermedad contagiosa.

Pero, tal vez, en lo que más se parezcan a los reyes de los cuentos es que si alguien osa, se atreve, tiene la desfachatez o el valor de decir algo contra ellos los fiscales actúan contra esos súbditos condenándolos por injurias y, en ocasiones, mandándolos a la cárcel, afortunadamente no hay pena de muerte en la actualidad.

En fin, de pena. Porque si en una sociedad en la que se dice que: “Todos somos iguales ante la ley…” ¿Por qué no actúan esos mismos fiscales (por poner un ejemplo) cuando alguien insulta a un árbitro en un campo de fútbol? Porque la palabra cabrón y corrupto tiene el mismo significado ofensivo para cualquier persona y puestos a defender el honor y la dignidad nada como un campo de fútbol para llevar a cabo esta acción. Puestos a ser absurdos, todo vale.

Salud.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

todo es kaka

Marino Baler dijo...

No sé si querías poner caca de excremento o te referías al jugador del Milán, Kaká. En todo caso deberías explicarte mejor.

Salud.