viernes, 30 de mayo de 2008

Homenaje a Juan Ramón Jiménez


Se cumple el 50 aniversario de la muerte de Juan Ramón Jiménez. El poeta nacido en Moguer (Huelva). Se exilió en 1936 a Puerto Rico donde murió en 1958. Dos años antes le habían concedió el Premio Nobel de Literatura.

Decir Juan Ramón Jiménez es decir "Platero y yo", su obra inmortal. Sirvan estas líneas como homenaje a este gran autor y cuyo aniversario de su muerte no ha sido recordado por ninguna institución, para vergüenza de nuestras letras y deshonra de aquellos que presumen de su vana intelectualidad.

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Con respeto y admiración.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen día.

Me permito citar a Cyrano y decirte:
"Oh, no! Eso es muy corto jovenzuelo, se podrían decir muchas cosas al vuelo variando el tono."

He de darte toda la razón del mundo al respecto del olvido. Sí.
Duele comprobarlo.
Duele saberlo.
Duele aceptarlo.

Pero, qué se puede pedir de "otros" (y no va por vos, conste) si en su tierra onubense a la que él llevó al Universo o la universalidad, no se le recuerda, honra, admira... como merece?

Recomendación desde el alma:
Ven (venid todos) a Moguer.

Pasear por Moguer no se hace poniendo un pie delante de otro sobre aceras o adoquines.
Cuando se camina Moguer se hace a lomos de un burrito de plata.
Moguer se conoce desde el alma.

No existe la prisa, no puede haberla.
Deben tenerse los sentidos alerta.
El olfato agudo para oler los pinares, las chumberas y, sobretodo, el inconfundible, antiguo olor de libros guardados en las alacenas de su casa.
El tacto a flor de piel para acariciar a Platero en cada rincón.
El gusto despierto para saborear sus versos, como miel en los labios, y al terminar el paseo pasar por la confitería y comprar dulces de canela.
El oido atento, al que llegarán los ecos de la risa de los niños que juegan con el burrito de plata, la corriente del Tinto, las gaviotas.
Y la vista... Hay que ser todo ojos levantados a las fachadas de las casas, para poder leer sus versos "azulejados" en las calles.

Sus calles, las pequeñas y estrechas, las más grandes, sus plazas, sus casas, sus esquinas, respiran Juan Ramón, y Zenobia.

Hablar de Juan Ramón sin hacerlo con Zenobia de su mano es faltar a la verdad, al amor (más allá del amor mismo), a la poesía, a la belleza que el poeta tanto buscó...

Cómo olvidarnos de ella?
Es la mitad del poeta, compañera, amante, amiga, ayudante, enfermera...
Juntos descansan para siempre como juntos hicieron el camino...

Me permito copiar un texto.

La blanca maravilla de Moguer, los viñedos, los pinares, la casita de "Fuentepiña", ¿cómo los ves desde el cielo, Juan Ramón?.
¡Qué lastima que, ahora, cuando es belleza pura todo lo que te rodea, belleza soñada siempre por ti, por la que tanto sufriste, no puedas contárnosla!
Te imagino paseando por el cielo de Moguer, tierra para ti. La barba negra, Platero a tu lado, Zenobia montada en él - ¡fuiste siempre tan caballero! -, recuperada su risa alegre y contagiosa, como tú el negro de la barba, recorriendo prados cubiertos de amapolas donde grandes mariposas blancas y amarillas revolotean y hacen trotar, de vez en cuando, a Platero.
Y ahora, pasada la emoción del encuentro, vuelves a hablarle con la seriedad de quien reprende a un niño, para que su trote no ponga en riesgo a Zenobia que es para ti, recuperada, frágil lirio de cristal.
¿Encontraste a la niña que llevabas a pasear sobre Platero que, como ahora Zenobia, era también frágil lirio?
¿Y al perro?
¿Y la hija de la carbonera?

¡Cómo me gustaría, Juan Ramón, que desde tu cielo de Moguer, pudieras contarnos las maravillas que te rodean y la que siempre fue luz para ti: El Moguer que desde allá arriba contempláis eternamente juntos, como en vida, Zenobia y tú!

Y lo que queda!...

Un beso juanramoniano.

Anónimo dijo...

Tremendo espectáculo de emociones y lágrimas (no contenidas...).
Gracias poetas por darnos estas sensaciones.

Mi madre se une a mi amor por el ANDALUZ UNIVERSAL, que lo es.
Lo eres, lo serás y lo has sido.

Se siente que tu Huelva querida no sea, no haya sido capaz de darte el hueco que mereces, viejo gruñón, como te llama mi madre.

Ella conoció Andalucía de tu mano, la fue descubriendo y queriendo.
Yo te conocí a ti y a ella...

Me obligo a marchar, por ahora.
Debo hacer lo que debo, pero, te prometo volver. Las dos lo prometemos al poeta y a ti, Marino.