Se acerca el Día de los Difuntos o, tal y como lo llaman muchos en la actualidad, ‘Halloween’.
Confieso que los días previos a esta celebración me gustan; supongo que será porque en televisión ponen películas de miedo y a mí, aunque reconozco que tengo más miedo que un perrito pequeño, me gusta verlas (aunque luego, para ir al baño por la noche tenga que encender doscientas luces).
No es que para mí sea una fecha especial para acordarme de los seres queridos que no están; me acuerdo de ellos en cualquier hora o día sin tener que ser por algún motivo y voy al cementerio cuando tengo ocasión.
El sentido que le damos a la muerte es distinto en todas las culturas pero, quizá, por la influencia estadounidense que tenemos parece que en los últimos años se está extendiendo lo que se llama ‘Halloween’; recuerdo haber oído a mi abuela decir ‘la Noche de las Ánimas’.
Lo más característico de esta noche son los disfraces, cosa que no entiendo, ya que se supone que es para recordar a los seres queridos ausentes y hay que tenerles un respeto. Pero lo que me parece curioso es lo de la calabaza, ¿quién no ha visto la típica calabaza de Halloween? Pues bien, esta tradición ni proviene de Estados Unidos ni era una calabaza en sus orígenes.
Según una antigua leyenda irlandesa, hace muchos años, en ‘la Noche de Brujas’, un hombre conocido como Jack ‘el Tacaño’ tuvo la mala fortuna de encontrarse cara a cara en una taberna con el mismísimo diablo. Jack, como siempre, había bebido durante toda la noche, pero aún así pudo engañar al diablo ofreciéndole su alma a cambio de un último trago y de que pagara las bebidas. El diablo aceptó y se convirtió en una moneda para pagar al camarero. Jack decidió rápidamente quedarse la moneda guardándola en su bolsillo junto a una cruz de plata y así impedir que el diablo se liberara y que adoptase de nuevo su forma original hasta que prometiera no pedir su alma en diez años. El diablo, para quedar libre, no tuvo más remedio que aceptar.
A los diez años, el diablo fue a buscar a Jack para saldar su deuda y se encontraron en un bosque. El diablo estaba dispuesto a llevarse consigo su alma, pero Jack pensó rápido y dijo: “Como último deseo... por favor, ¿podrías bajarme aquella manzana de ese árbol?”. El diablo pensó que no perdía nada y de un salto llegó a la copa del árbol, pero antes de que este se diese cuenta Jack marcó rápidamente una cruz en la corteza del árbol y, entonces, el no pudo bajar. Jack le obligó, una vez más, a prometer que jamás le pediría su alma nuevamente. El diablo no tuvo más remedio que aceptar.
Jack murió unos años más tarde, pero no pudo entrar en el paraíso, ya que durante su vida había sido un borracho y un estafador. Pero cuando intentó entrar en el infierno el diablo lo reconoció y lo envió de vuelta por no faltar a la promesa de no tomar su alma. “¿Adónde iré ahora?”, preguntó Jack, y el diablo le contestó: “Vuelve por donde viniste”. El camino de regreso era oscuro y frío, no se podía ver nada. El diablo, a modo de burla o quizá compadeciéndose del pobre Jack, le lanzó un carbón encendido desde el mismísimo infierno para que pudiera guiarse en la oscuridad. Jack lo puso en un nabo que había vaciado para que no se apagara con el viento.
Cuenta la leyenda que ahora Jack continúa vagando sin rumbo con su linterna para toda la eternidad.
Los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus ‘faroles de Jack’, pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos. Por ese motivo surgió la costumbre de tallar calabazas para la noche de Halloween y transformarlas en faroles introduciendo una brasa o una vela en su interior. El farol no tenía como objetivo convocar espíritus malignos sino mantenerlos alejados de las personas y sus hogares.
¡Qué cosas más curiosas! En ocasiones hacemos las cosas sin saber por qué. Me parece una leyenda entrañable. Quizá existan más versiones, pero esta es la primera que leí hace algunos años y aunque sea ficción sirve para explicar esta tradición; al fin y al cabo muchas creencias y tradiciones están basadas en leyendas y mitología.
2 comentarios:
Curiosa historia Marino. Personalmente no me gusta Hallowen, prefiero ese día como otros muchos, acordarme de los míos e ignorar el timbre cuando suena con esos niños que van pidiendo caramelos. Pienso que es un día de recogimiento familiar o de recogimiento en soledad, pero un día de respeto. Tampoco veo pelis de miedo...me dan miedo.
Hola Anónimo. El día de hoy, aparte del simbolismo que tenía anteriormente, creo que se mantiene para limpiar las conciencias de aquellos que no van en todo el año a visitar a sus seres queridos; como la Navidad sería un poco de cinismo.
Soy de la opinión que no hay que tener una obligación para ir a un camposanto, simplemente cuando a uno le apetezca pero no hacerlo porque es el Día de los Difuntos, como una obligación.
Tampoco hace falta ver películas, con el telediario es suficiente ;).
Un saludo.
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