sábado, 19 de octubre de 2013

La rehabilitación; una solución frente a la obra nueva



Que vivimos malos tiempos es algo que no escapa a nadie. Que dentro de la atroz crisis que nos azota el sector de la construcción es el más castigado es algo evidente. En este país se han cometido verdaderas atrocidades en el sector constructivo consentidas por los políticos que permitieron que se creara la burbuja inmobiliaria y por aquellos que la continuaron. No voy entrar en detalles.
Corren malos tiempos para la construcción; en términos médicos se diría que está en la UVI y no se sabe cuándo saldrá. Que nadie se haga ilusiones, la edificación de obra nueva no remontará, al igual que no lo hará la obra civil. Se acabó, como mínimo en un lustro, y no volveremos a los tiempos de la burbuja.
Por ello, hay que buscar alternativas al modelo que conocíamos, se imponen tiempos de soluciones y esas soluciones, aunque no son nuevas, adquieren ante la actual perspectiva una fuerza mayor.
Una estas soluciones es la rehabilitación. Digo que no son nuevas porque siempre ha estado ahí, en un segundo plano. Era un pequeño tentempié frente al enorme banquete que suponía la obra nueva, ¿y esto por qué? Quizá porque generalmente son construcciones más complejas, más limitadas a la hora de diseñar y construir y, la más importante, daban menos dinero frente a obras de nueva construcción en tiempos de abundancia.
Es por eso que la rehabilitación no es una opción tan mala frente a la obra nueva. Económicamente, aunque a una escala menor, puede ser tan rentable como la obra nueva. El campo de actuación es enorme; cualquier edificación que se nos ocurra puede ser rehabilitada (otra cosa es que cualquier cosa merezca ser rehabilitada). En estos tiempos, siempre será más asequible para una familia la reforma de su vivienda habitual antes que la compra de una nueva vivienda.
En el caso de la Administración, ya que se trata de dinero público, deberían olvidarse de nuevas construcciones y parece que en este sentido ha sido así. Los dirigentes políticos, aunque tarde, parece ser que se han dado cuenta que no se puede construir por construir. Pero ello no les exime de responsabilidad.
La responsabilidad de tener que rendir cuentas por permitir la construcción de aeropuertos fantasmas, polideportivos y piscinas en pueblos sin apenas habitantes, grandes edificios para eventos multitudinarios, PGOU’s que permitían multiplicar en pocos años la población de una localidad, etc., etc. Todo esto se ha hecho y ningún responsable ha rendido cuentas por permitir semejantes atrocidades.
En estos tiempos, la Administración debe preocuparse por el mantenimiento y conservación de los edificios existentes, hasta hace poco olvidados pero que seguían ‘vivos’.
En este tipo de rehabilitaciones podemos ver un reto a la creatividad con las soluciones que nos ofrece la arquitectura y la ingeniería, ya que al partir de algo ya construido la limitación en cuanto a su actuación es mucho mayor. Esto obliga a una adaptación y a agudizar el ingenio para lograr un resultado que sea económica rentable a la par de eficiente.
Visto así, ¿qué diferencia habría entre una rehabilitación y una obra nueva? Intuyo que sería imperceptible.

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