martes, 5 de noviembre de 2013

Corocotta



Hace ya algunos años que descubrí a Corocotta. Fue gracias a un amigo que jugaba a un juego de ordenador y al monigote que manejaba le había puesto ese nombre. Me hizo gracia y me contó la historia. Desde ese momento sentí curiosidad por tal personaje.
Se trataba de alguien de carne y hueso que había mantenido en jaque al ejército invasor romano en las montañas cántabras. Alguien comparable a Viriato, Indortas, Indíbil o Mandonio que habían luchado contra los invasores cartagineses y romanos por defender su territorio.
Sí, Corocotta es el Astérix hispano. Un personaje que existió durante las guerras cántabras en la Hispania prerromana. Pero por lo que ha pasado a la historia es por una única cita que el historiador Dión Casio dejó anotada durante sus crónicas. El texto dice lo siguiente:

Irritóse tanto (Augusto) al principio contra un tal Corocotta, bandolero español muy poderoso, que hizo pregonar una recompensa de 200.000 sestercios a quien lo apresase; pero más tarde, como se le presentó espontáneamente, no sólo no le hizo ningún daño, sino que encima le regaló aquella suma”.

El hecho audaz y temerario de que ese desconocido Corocotta se presentara ante el divino Augusto para cobrar la recompensa que ofrecían por su cabeza me admiró y aumentó mi curiosidad hacia su figura.
Pero algo raro ocurría alrededor de este caudillo cántabro; apenas hay referencias sobre su persona y todas cuentan la misma anécdota con el emperador romano. Supongo que eso forma parte de nuestra idiosincrasia como pueblo. Tenemos a un héroe y nadie se ha ocupado de él. No es la primera vez que esto sucede, ya que nuestra historia está llena de personajes y acontecimientos importantes que han sido olvidados. Por ejemplo Blas de Lezo, el Papa Luna, los últimos de Filipinas… Este caso no iba a ser distinto, ni una triste biografía, ni un relato o una leyenda más allá de lo escrito por Dión. ¿Desidia o inexistencia absoluta de evidencias? ¿Qué hubieran hecho los británicos, los franceses o los alemanes de haber contado en su pasado con un personaje tan fascinante? ¿Lo hubieran dejado caer en el olvido?
Por lo que respecta al protagonista, Corocotta, es probable que éste no fuera su verdadero nombre, sino más bien un apodo guerrero que podría haber obtenido tras cruentas batallas y hechos de armas que le destacaron entre sus compatriotas. Algunos expertos se atreven, incluso, a darle una traducción, pues opinan que este nombre es la combinación de otros dos cuyo origen sería celta -Coro y Cotta- y que significarían, respectivamente, jefe y veterano.
Entre los muchos detalles que se ignoran sobre él está el de su origen. Cántabro era casi seguro (hay versiones que dicen que era norteafricano, aunque creo que esto es poco probable), pero nadie puede decir si Corocotta era vadiniense, orgenomesco, concano o de cualquier otro de los más de diez pueblos que componían la antigua Cantabria. Sin duda alguna, todos ellos pueblos con una historia muy interesante que, insisto, ha quedado casi olvidada como la de todos los pueblos prerromanos. Así pues tenemos a los propios cántabros, íberos, turdetanos, vetones, lusitanos, celtíberos, edetanos, carpetanos y otros muchos que me dejo por citar. Sí, antes de los romanos nuestra península ya estaba habitada por otros pueblos.
Probablemente, Corocotta fue un bandolero. La expresión de bandolero fue siempre usada por los historiadores y cronistas romanos para calificar a cuantos se oponían a sus conquistas. Esto no quiere decir que fuera un líder político o el representante de su nación. Tal vez ni siquiera lo fue de su propio pueblo. Los pueblos cántabros eran independientes entre sí y, que se sepa, al contrario que los astures o los vascones -cuyas capitales eran las de Lancia y Pompaelo-, no tenían una capital común, aunque sí diversos lugares sagrados -las Fuentes Tamáricas, por ejemplo- donde ocasionalmente se reunían. Por tanto, nada más lejos que pretender convertirle en un individuo con conciencia social o con ‘visión de Estado’. Pero debió ser, eso sí, un hombre de valor extraordinario, un líder, un estratega y un guerrero de los pies a la cabeza.
No se sabe nada de lo que le sucedió a Corocotta después de aquel encuentro con el hombre más poderoso de su tiempo, Augusto. La guerra concluyó en el 19 a.C. y los últimos hispanos irredentos no salieron bien parados, quizá este caudillo muriese en alguna refriega; así relata Dion Casio el resultado final de las guerras cántabras:

De los cántabros no se cogieron muchos prisioneros; pues cuando desesperaron de su libertad no quisieron soportar más la vida, sino que incendiaron antes sus murallas, unos se degollaron, otros quisieron perecer en las mismas llamas, otros ingirieron un veneno de común acuerdo, de modo que la mayor y más belicosa parte de ellos pereció. Los astures, tan pronto como fueron rechazados de un lugar que asediaban, y vencidos después en batalla, no resistieron más y se sometieron en seguida”.

Guerrero o mercenario lo que es innegable es que su nombre ha perdurado más de 2.000 años, que fue un hombre que consiguió vencer en numerosas ocasiones a un enemigo muy superior y que, como colofón de su apasionante vida, tuvo la osadía o la desfachatez, de presentarse él mismo a cobrar la recompensa que por él daba el ser más poderoso del mundo. Debió ser alguien muy especial. Alguien que se ganó el derecho a que contaran su historia.
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A lo largo de la historia hemos tenido héroes desconocidos, que nadie ha escrito sobre ellos y son conocidos más que nada por la leyendas y cuentos que hablan de ellos, pero que a lo largo de la historia y en un momento dado han tenido una gran importancia.
saludos

Marino Baler dijo...

A mí, de todos esos héroes desconocidos, que los hay a decenas, los que más me maravillan son "los últimos de Filipinas". Si no conoces su historia te la recomiendo; es bastante curiosa.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Conozco la historia, 54 españoles resistieron durante un año una fuerza enemiga de más de 400 efectivos. Muchos españoles murieron como héroes, lejos de su país y muchos murieron porque no tenían las 2.000 pesetas para librarse del servicio militar.
La guerra de cuba con los Estados Unidos fue un desastre; pero fue también una demostración magnífica del espíritu heroico de los españoles de la época, del heroísmo de los marinos en Cavite y en Santiago de Cuba.