martes, 5 de agosto de 2014

Un día de playa



No me gusta la playa, nunca me ha gustado y no entiendo el sentido que tiene ir allí de vacaciones. Pero ello no me libra de tener que ir alguna vez durante el verano, evidentemente por acompañar a alguien; el hecho de que yo jamás pasaría días, semanas o un mes allí no implica que no pueda pasar una jornada y luego volver a casa.
Este verano ya he estado un par de veces y salvo fuerza mayor creo que ya tengo completo el cupo playero hasta... no puedo decir hasta el próximo verano, ya que la última vez que estuve fue en 2012.
Pues bien, mi día (a pesar de haber sido dos hablo en singular porque hice lo mismo en ambos) fue de todo menos lo que se supone que se tiene que hacer cuando uno está en ese sitio.
Nada más pisar la arena ya empecé a protestar porque me quemaba la planta de los pies, mientras que mi acompañante se limitaba a decir que “está un poco caliente”.
Cuando decidimos el lugar en el que nos instalaríamos, lo primero que hice fue plantar la sombrilla y colocar la mecedora plegable estratégicamente debajo de ella, de tal forma que ocupase la mayor sombra posible, ya que mi compañera prefería el sol. Seguidamente, me quité la camiseta y me pringué todo de protección solar. Bien, lo más importante, la parte logística ya estaba lista y ahora pasaba a la parte operativa; eran las 11:30 horas y me senté en la mecedora.
Pasado un buen rato, mi amiga me invitó a dar un paseo, cosa que rechacé excusándome en la inapetencia; ella se fue y yo me quedé solo, mirando y observando a la gente.
Lo que más me llamó la atención es que la gente pierde todos sus complejos físicos. Da lo mismo que gordos que delgados, el estilismo es tan limitado que no se tienen demasiadas posibilidades de ocultar nada. Se veían cuerpos de hombres y mujeres que bien podrían ser modelos de Botero. Estoy convencido, que muchas de esas personas que no tiene un cuerpo escultural siempre tienen en mente hacer un régimen alimenticio porque quieren perder unos cuantos kilos… sin embargo no les importa ponerse en bañador o bikini en una playa llena de gente. Eso me resultó, cuanto menos, paradójico.
Otra de las cosas sorprendentes es la cantidad de gente que lleva tatuajes. Cualquier cosa puede servir para decorar cualquier parte del cuerpo. Evidentemente no hay una regla fija para ello, pero en los hombres los lugares preferidos suelen ser en las extremidades y en las mujeres la espalda y la parte delantera.
También es curioso ver la cantidad de mujeres recauchutadas que hay. Es complicado explicar, sin fotografías que ayuden, la diferencia entre una mujer con silicona y sin ella, pero creo que no es muy difícil pensarlo cuando una mujer tiene dos ‘sandías’ muy redondas casi a la altura de la garganta.
Ahora bien, lo que más ridículo me parece son los que se ponen en la orilla del mar con dos palas de madera y una pelotita a jugar a no sé qué. Tiene que ser cosa de la física, porque hace falta ser torpes para no dar más tres o cuatro golpes seguidos, se pasan más tiempo agachándose a coger la pelotita que pegándole con la pala. Y digo yo, ¿éstos no tendrán otro sitio mejor en el que ponerse para no molestar a la gente que pasea por la orilla? ¡Pues anda que no hay playa! A estos les da igual. Se ponen ahí a darle a la pelotita haciendo un esperpéntico alarde de reflejos sin importarles que haya gente caminando.
¿Y aquellos/as que se ponen al sol para ponerse como gambas? Todavía recuerdo la última vez que me puse colorado, de eso hace ya algunos años pero mientras escribo estas palabras todavía recuerdo la horrible sensación de haberme quemado. Sinceramente, no entiendo qué sentido tiene el lucir la piel morena.
¿Pero todavía sigues ahí? ¿No te has levantado?” Mi amiga había vuelto de su paseo más de dos horas después y es lo que me dijo cuando me vio en el mismo sitio, la única diferencia es que había estando jugando con mis pies en la arena. Para no decir que este año he ido a la playa y no me he metido en el mar me levanté, caminé unos metros hacia la orilla, sorteando a esos absurdos pegándole a la pelotita y me metí hasta las rodillas durante unos segundos para volver de nuevo a mi lugar de operaciones, bajo la sombrilla durante tres o cuatro horas más.

4 comentarios:

Tierra dijo...


Cualquier cosa me apasiona, simplemente es cuestión de ganas e ilusión; personalmente, la playa es un plan perfecto entre otros.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Los meses de verano evito la playa, las aglomeraciones me agobian. Me gusta ir a pasear y a hacer deporte cuando pasa el verano...hasta con un frío de mil demonios me encanta ir. Quizá por que tengo la playa cerca, me gusta mas visitar los pueblos del interior. Sierra Calderona o de Mariola son zonas que suelo frecuentar. A veces lo mejor es no bañarse en la playa; la ultima vez que me bañé me pasó un zurullo por los morros y la verdad que se me fueron las ganas de bañarme otra vez...la gente es muy guarra.

María dijo...

No podría estar mas de acuerdo con nube,cuando se es positiva y se ponen ganas se disfruta del momento y del lugar.
Quizás cuando se es más tímido e introvertido no es el lugar sino la exposición física ante una aglomeración de personas desconocidas.
saludos.

Marino Baler dijo...

Nube: el hecho de que no me guste la playa no quiere decir que la compañía con la que estuve no me gustara, es más... era lo mejor.

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Maikel: no he podido evitar reírme con tu comentario... La verdad que tiene que ser desagradable. Cuando me he metido en el mar también he pensado alguna vez en esas cosas.
Tú eres de los míos, para mi nada como el interior, aunque yo prefiero Teruel.

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María: de acuerdo contigo... lo importante es la compañía. Yo, personalmente, prefiero los lugares sin gente.