martes, 6 de diciembre de 2016

1898. Los últimos de Filipinas



No suelo ir al cine. Hacía años que no iba. Creo que la última vez que estuve fue para ver Avatar y tampoco es que me emocionara demasiado. Pero el pasado sábado sí, era el día. Por fin iba a ver esa película tan deseada y esperada: 1898. Los últimos de Filipinas. Solamente hay una película anterior que cuenta los hechos y es de 1945... ya tocaba.
Hace muchos años que conocí esta historia y, desde entonces, es un tema que me fascina, tanto es así que el apellido de mi seudónimo lo he tomado del pueblo en el que transcurrieron los hechos: Baler. Es un episodio que me ha llevado muchas horas de lectura y búsqueda de información (uno de ‘los últimos’ era de mi pueblo y murió allí por heridas de guerra, el único recuerdo que queda suyo es el nombre de una calle). Pero en esta ocasión no hablaré sobre la historia, sino sobre la película que, supuestamente, trata los acontecimientos que allí ocurrieron.
Una lástima. Se ha perdido la oportunidad de poder hacer una película grandiosa que hubiese causado admiración en todo el mundo; el argumento hubiera dado para ello. Cuando en una película sobre un hito histórico advierten que los hechos ocurridos no se ajustan a la realidad y que algunos personajes son ficticios ya puede uno suponer que le han engañado. Una historia que era muy fácil de contar y tremendamente emocionante ha caído en manos de unos guionistas que han hecho un bodrio infumable, inventando otra historia diferente con personajes inútiles y absurdos que no existieron, como el sargento y el pintor; ignorando casi por completo a los que si existieron como, por ejemplo, los tres religiosos, que no pasaban de los 30 años, y que en la película están representados por un misionero sexagenario (Karra Elejalde) adicto al opio y al vino (sin ninguna consistencia histórica). A todo ello habría que añadir largas escenas sin sentido y que es fácil suponer que no existieron: la prostituta tagala cantando la canción, el asesinato, el corte del brazo, el fumadero de opio… y, al mismo tiempo, haciendo ridículas o ninguneando a hechos ocurridos como la entereza para afrontar la muerte y la del propio capitán Enrique de las Morenas, los parlamentos con los sitiados, la propia iglesia…
El peso del protagonista principal no recae en el teniente Saturnino Martín Cerezo (al mando durante gran parte del asedio por la muerte de los superiores), sino que lo hace sobre un teniente inexistente y un soldado pintor. El resto de soldados como si no hubieran existido.
La dirección, una pena. El argumento les venía grande y sin ideas, con escenas repetidas, como movimientos sin sentido en el interior de la iglesia, vuelos sobre la selva y la cascada de agua, así como largas escenas de arañas liando a sus víctimas, como sacadas de un documental… todo ello totalmente prescindible. Han hecho un refrito con escenas absurdas para ir rellenando metraje. Después de casi dos horas de película sales con la sensación de que te han estafado y, claro, ¿a quién reclamar? ¿Dónde está el libro de reclamaciones en un cine?
Presupuesto supongo que habría; actores también; atrezzo, mal que bien, era pasable; ambientación y fotografía buena… pero todo lo demás, lo más importante, el argumento, ha fallado estrepitosamente. ¿Alguien se imagina lo que sería esta historia en manos de buenos cineastas de Hollywood? ¿En manos de un Francis Ford Coppola o Clint Eastwood? Estaríamos hablando de una producción al nivel de ‘Apocalypse Now’ o ‘Cartas desde Iwo Jima’, sin duda alguna, porque argumento hay.
En definitiva, una película insulsa alejada completamente de la historia y que se podría haber titulado de cualquier otra manera, pero no ‘Los últimos de Filipinas’ o ‘Los héroes de Baler’. Se han aprovechado de una gesta, que bien contada podría haberles llevado a las más altas cimas del cine histórico, pero les ha faltado humildad para decir las cosas como fueron y no para contarnos otra historia diferente. Si hacen películas basadas en hechos históricos que piensen que algunos hemos leído algo sobre el tema y, en ocasiones, no vamos al cine para ver una simple película. Baler no fue un cuento, Baler se vivió.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que habrán pensado más en la taquilla, que en respetar a los que allí dieron su vida…había que echarle huevos “hablando claro” para aguantar lo que aguantaron. Hay una película muy polémica en su tiempo “terra cremada” es en catalán y castellano. Es muy interesante, comienza con la derrota de Cuba y el regreso a casa, la guerra de áfrica y la revolución obrera en Barcelona. Es una película que retrata muy bien lo que debió se aquella época…creo que te gustaría.
Hay un momento de la película, en que los obreros levantados en armas van al ayuntamiento para que los políticos encabecen la revolución. Les dicen a los obreros que vayan por delante, que ellos tienen que tratar el asunto en un pleno. Cuando se quedan solos, se escapan por la puerta de atrás escondidos en un carro…

Marino Baler dijo...

Lo que ocurrió en Cuba y Filipinas fue la guinda a todo el desatre que había en España durante el siglo XIX, con tres guerras civiles, llamadas Guerras Carlistas para diferenciarlas de la del 36.
Había unos incompetentes en los Gobiernos que creían que España era todavía la de los tiempos de los Austrias del siglo XVI. A todo ello, hay que unir que los descendientes de españoles nacidos en las colonias o los propios descendientes de los antiguos pobladores no eran considerados como españoles con los mismos derechos que los que vivían en la metrópoli, eran como españoles de segunda y era normal que una gente que estaba prosperando y pagando unos impuestos elevados a España se rebelase contra esa situación.
Los últimos de Filipinas son el reflejo de esa otra España que no se resignaba a perder la gloria y que creía en en la grandeza del imperio. Sin duda alguna, fue un muy digno final para el imperio español; comenzó con Colón y su no creencia de que había descubierto un nuevo continente creyendo que había llegado a Las Indias y finalizó más de cuatro siglos después con la no creencia de haber perdio el imperio y creyendo que España todavía era grande.
No obstante, lo de los últimos es, posiblemente, el hecho más heróico y menos estudiado de la historia militar española.
No conozco esa película, pero sí, le echaré un vistazo a ver qué tal.

Anónimo dijo...

Es curioso que en la mayoría de los países o colonias que pertenecían a España, al frente de los que se sublevaron y lucharon por la independencia, eran españoles o hijos de españoles. Con la historia que tiene España y los personajes tan importantes que ha dado, como por ejemplo Don Blas de Lezo no hayan sabido aprovechar-lo, para hacer grandes películas y series. Seguro que la mayoría de las personas que les gusta el cine saben quién era el General Caster, y estoy seguro que prácticamente nadie sabe quien fue Don Blas de Lezo.

Marino Baler dijo...

Si, suele ser así. Eran españoles o descendientes que defendían tener el mismo derecho que en la metrópoli. No deja de ser curioso que, por ejemplo, el nieto de un español que hubiera nacido en Cuba y fuera un rico comerciante que pagaba impuestos a la Corona fuera considerado menos español que cualquier mendigo de la calle de cualquier ciudad española que no pudiera ni comer... cosas difíciles de entender hoy en día. Entiendo que se sublevaran, la verdad. Supongo que 'el cojonismo' español les impedía negociar con las colonias. Los holandeses y franceses, por ejemplo, negociaron y hoy siguen teniendo territorios de ultramar en América y Oceanía.
En EEUU pasó lo mismo, la Guerra de la Independencia la comenzarón ingleses y descendientes de ingleses, por el mismo motivo, con el famoso 'Motín del té' en Boston.
En cuanto a Blas de Lezo... te doy toda la razón. Gracias a él Ame´rica continuó siendo española cien años más. De hecho, los ingleses habían acuñado monedas conmemorativas de la invasión americana. Al ser derrotados por Blas de Lezo, con un ejército infinitamente inferior en hombres y barcos, prohibieron cualquier alusión a su figura y al hecho. Que lo hicieran los ingleses se entiende, ¿pero los españoles? De hecho, como curiosidad, en Cádiz, frente al puerto, a cien metros del ayuntamiento, hay una estatua de Blas de Lezo mirando al mar, con su pata de palo, manco y con un ojo tuerto y, lo curioso, es que hay gaditanos que no saben ni quién fue. Triste pero real.La historia militar española, como historia, sin entrar en otros aspectos, es maravillosa.

Anónimo dijo...

En Valencia teníamos la plaza de Simón Bolívar, descendiente de vascos y artífice de la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá,Perú y Venezuela. Le cambiaron el nombre a la plaza, por la de América, pero a un queda su estatua. Y en Valencia el único recuerdo que hay de los últimos de Filipinas es una placa en capitanía. En Estados Unidos sus héroes están en cualquier calle, plaza o parque de las ciudades y pueblos. Pero aquí somos diferentes y parece que nos avergonzamos de nuestros héroes e historia.

Marino Baler dijo...

Exacto, así es. Es lo que digo en el artículo. Si 'los últimos' hubieran sido de EEUU todo el mundo conocería la hazaña... pero al ser españoles... Una pena.