Decía Napoleón que, cuando alguien no aspira a nada en la vida y le dan un poco de poder se convierte en un tirano. Supongo que esta frase puede formar parte de la megalomanía de un personaje como el gran corso. El caso es que o bien dicha para justificarse ante la historia o bien para aparecer como alguien magnánimo ante el mundo, su frase es de lo más acertada.
Actualmente podemos ver casos por doquier de gente sin aspiraciones que por una u otra razón se han enchufado en algún partido y han conseguido medrar sin esperarlo y eso les hace creerse el centro del universo.
Uno de estos casos más significativos lo he observado en las concejalías, donde la mayoría de los concejales una vez han conseguido su sillón se creen por encima del bien y del mal sin poder estar expuestos a críticas. Sobre todo es a nivel de pequeños pueblos y ciudades donde se puede hacer más patente este hecho.
El ejemplo para afirmar esto es lo siguiente: Hace poco, en un diario digital, comenté una noticia que me pareció curiosa y no por la noticia en sí sino por la foto de la misma. Se hablaba, en la noticia, de una limpieza que está llevando el ayuntamiento en los barrancos para evitar riadas u otros desastres propios de la gota fría y de lo duro que eran estos trabajos y en la foto aparecían el concejal de agricultura y la alcaldesa con un sombrero de paja cada uno, sus ropas bien aseadas y observando cómo trabajaban los trabajadores. Al fondo estaban los trabajadores recogiendo hierbas. Yo, al leer la noticia, que trataba sobre la limpieza de barrancos, y ver la foto dejé el siguiente comentario:
¿Ya estamos de elecciones o qué? Porque no entiendo a que una foto de la alcaldesa y del concejal si lo importante de la noticia son los trabajadores que han limpiado los barrancos, ellos son los que tendrían que salir. Me parecería bien que hubieran salido los políticos en la foto (y nunca mejor dicho lo de salir en la foto) si hubiesen cogido una azada y se hubiesen puesto a limpiar, mano a mano, con esos trabajadores. Pero me da a mí que, por las ropas que llevan, eso no habrá sucedido además como dice el concejal “la agricultura es un sector tan sacrificado”… En fin, como dice el refrán “el que val, val y el que no para…” (Esto traducido sería, el que vale, vale y el que no para concejal, es un refrán muy usado en valenciano, aunque al traducirlo al castellano pierde la rima).
Pues bien, parece ser que el señor concejal de agricultura leyó mi comentario y me contestó de la siguiente manera:
cuando quieres cogemos dos azadas una tu y otra yo y te pones a mi lado a ver si me ganas, a ver si dejas de poner tonterias que tu si que no sirves ni para criticar.
Bueno, he querido copiarlo tal cual sin corregir nada, ni siquiera las faltas de ortografía, para dejar constancia que en algunos pueblos, aparte del desconocimiento ortográfico de sus concejales, tenemos que soportar su chulería barata y cual bravucón de taberna son capaces de retarte si te atreves a criticarlos. Debería saber el señor concejal que mi crítica iba al cargo que el desempeña, no hacia su persona, y que como personaje público que es, está sometido a crítica, le guste o no y que si no es capaz de asumir esto que se deje su concejalía que estoy seguro que hay gente que lo haría al menos un poquitín mejor que él, cosa que no es difícil. Por lo tanto, como votante que soy, tengo derecho a criticar lo que no me parezca bien, le guste o no. En cuanto a lo de la azada, creo que ese reto lo aceptarían gustosos los trabajadores que estaban al fondo de la foto que he nombrado al principio. Por mi parte les cedo el guante para que se lo recojan. Por otra parte decirle que a mí no me pagan para criticar, pero si lo hicieran seguramente me esforzaría en hacerlo mejor que él de concejal (insisto que tampoco es difícil). En fin, cuanto que ganaríamos si algún cargo público, de esos que en las elecciones muestran sus mejores sonrisas, que son elegidos por los votantes y que tiene un sobresueldo gracias a ellos por realizar un “trabajo” , se leyesen el abecedario de lo que es el cargo que desempeñan.
Pues bien, cuando tenía preparada la contestación a su desafío le pregunté a mi padre si sabía quién era el concejal. Me dijo que si, que alguna vez habia hablado con él. No pude contestarle como hubiera querido, por respeto a mi padre. Por un padre lo que sea.
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