Es costumbre y norma general que cualquiera al admirar un edificio suela expresar las sensaciones de lo que está viendo simplemente diciendo si es bonito o es feo. Únicamente esas dos palabras nos sirven para transmitir a cualquiera que esté a nuestro alrededor todo nuestro conocimiento sobre arquitectura que podamos tener.
Estoy seguro que hay algo que nos empuja a dar más comentarios y a extendernos más. Pero en ocasiones por desconocimiento o por miedo a que dichos comentarios no sean tomados en serio solemos callarnos.
Ver y entender la arquitectura es muy sencillo, no hace falta tener grandes conocimientos sobre ello. Todos podemos emitir un juicio al igual que al hablar de política o de deportes. Se trata de transmitir impresiones y eso no hay ninguna cátedra que especifique como se han de transmitir. Pongamos, por ejemplo, que hemos visto un edificio de 15 alturas en su aspecto exterior y que lo hemos definido como bonito porque nuestro conocimiento en la materia no nos permite otro tipo de crítica. Una vez dentro empezamos a observarlo y la impresión del exterior es opuesta a la del interior. No parece el mismo edificio, la idea de lo que suponíamos iba a ser a cambiado por completo por distintos motivos, por ejemplo las puertas son estrechas, los escalones excesivamente anchos, apenas existe luz natural y un sinfín de cosas que se nos pueda ocurrir que han trastornado nuestra idea original. Todo eso, lo podremos contar a quien nos acompañe sin temor a equivocarnos y sin necesidad de ser expertos. Acto seguido, salimos a la calle, observamos de nuevo el edificio y vemos que ha cambiado y ya no lo vemos con los mismos ojos. Observamos que ciertamente tiene gran ausencia de ventanas, que quizás sus formas no sean adecuadas y al igual que en el interior, en el exterior decimos lo mismo. En ese momento, sin saberlo nosotros ya podemos juzgar un edificio y apreciar su arquitectura sin ninguna clase de preparación específica.
Acabamos de descubrir que la arquitectura es la unión de la belleza con la utilidad. Si eso lo hacemos siempre podremos analizar un edificio sin miedo a equivocarnos y veremos mejor las construcciones, las apreciaremos de otro modo. Por ello, para juzgar un edificio no es preciso conocer cálculo de estructuras, esfuerzos, tipos de arcos, de pilares, de columnas y otras tantas cosas que pueda conocer un arquitecto. Podemos hablar de arquitectura y apreciarla, del mismo modo que hablamos de fútbol sin ser futbolistas o de política sin dedicarnos a ello. Simplemente hemos de observar lo que vemos y perder el miedo a contarlo.
Decía Vitrubio en su tratado de Architectura que esta se compone de tres pilares básicos: Venustas, firmitas y utilitas (belleza, firmeza y utilidad) sin que ninguno de los condicionantes destaque sobre los otros. Quizás esto es tiene interés por ser el único escrito sobre arquitectura que nos ha llegado, pero en absoluto pude tomarse como canon a seguir hoy en día.
Un aspecto fundamental que habría que tener en cuenta a la hora de juzgar la arquitectura es el entorno en el que está colocado el edificio. Siguiendo el ejemplo anterior y suponiendo que el edificio nos ha parecido maravilloso y sublime, si ese edificio lo colocamos en un pueblecito de 50 habitantes perdería su función. Dejaría de ser algo útil puesto que no es lugar para ese tipo de construcción. Cada construcción ha de estar de acorde al lugar al que vaya a estar. No podemos alterar un medio para colocar algo que es artificial. La arquitectura, tiene la facultad de poder decidir el lugar a colocarse. Tratada como ingeniería, es la única que se ocupa del hombre, de su bienestar. El resto de ingenierías trabajan con máquinas. La arquitectura trabaja para el hombre y por lo tanto ha de adaptarse a él haciéndole la vida cómoda, sirviendo al hombre y si esto no ocurre, por muy magna que sea la obra será un edificio estéril, proyectado, en la mayoría de los casos, no para servir al hombre sino para servir al ego del arquitecto y nosotros podemos decidir, por mucho nombre que tenga este, si nos gusta o no simplemente con observar las cosas y fijarnos.
Hacer una prueba en vuestro día a día ¿Cuántos habéis mirado alguna vez por encima de vuestras cabezas? ¿Cuántos paseáis y levantáis la mirada para ver cómo es realmente un edificio? El mundo no se acaba a la altura de vuestros ojos, pues por encima de ellos hay todo un mundo nuevo por descubrir. Probar, la próxima vez que salgáis a la calle, a levantar la mirada y descubriréis cosas que siempre han estado allí pero nunca habíais visto y quizás todo vuestro mundo os parezca distinto. Si sois capaces de descubrir eso, observando y fijándoos en las cosas que os rodean, seréis capaces de entender la arquitectura.
2 comentarios:
Me ha encantado leer esta entrada, qué bien, a ver si te animas en algún momento a hacer alguna más sobre el tema,porque estoy segura de que tienes cosas para aportar, y a mí me encanta aprender del que sabe.
Un gusto.
Un saludo
Muchas gracias Only.
La verdad que, en cierto modo, eres la responsable de este artículo puesto que es un poco complementando lo que te dejé en el comentario y con la esperanza que entrases y entendieses un poquito mejor lo que te quería decir.
Te haré caso y procuraré escribir más sobre el tema.
Un saludo.
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