miércoles, 4 de febrero de 2009

Camino del exilio




El día 15 de enero de 1939 las tropas del general Yagüe tomaron Tarragona, y por la brecha abierta en lo que ya no podía considerarse frente republicano, se lanzaron hacia el norte varios cuerpos de ejército. La aviación nacional bombardeó de nuevo Barcelona. Bajo las bombas, grupos de soldados, muchachos y muchachas, intentaban levantar barricadas con los adoquines arrancados del pavimento de las calles. Era un último esfuerzo desesperado de defensa. Faltaban las armas, se carecía de fusiles y de ametralladoras. Las armas que estaban depositadas en la frontera, y que el Gobierno francés había autorizado para que entraran en Cataluña, no llegaron nunca. El Estado Mayor comunicó al Gobierno, en la noche del 21 al 22, que el frente ya no existía. Había quedado roto en Solsona, en Garraf y en el sector de Igualada-Manresa. Como consecuencia, el Gobierno ordenó que abandonaran Barcelona todos los organismos oficiales. La confusión en la capital era enorme. No se sabía quién mandaba y la orden de evacuación de los dos mil hombres que componían el Cuerpo de Guardias de Asalto sembró el pánico y el espíritu de derrota se extendió por todas partes. Millares de vehículos cargados de gentes militares y civiles, y millares de civiles y militares a pie, se lanzaron hacia Gerona.

El día 22, un decano de la Universidad de Barcelona se presentó en "Torre Castañer", la villa que ocupaba don Antonio Machado y su familia en la capital, en el paseo de San Gervasio, donde les instaló el profesor Wenceslao Roces, para invitarle, a él y a los suyos, a abandonar la ciudad, de acuerdo con las autoridades republicanas. El mensajero le informa que saldrían todos formando parte de una expedición de escritores y profesores.

Una vez aceptada por el poeta la invitación, fue a recogerles un coche enviado por el comisario general de Sanidad Militar, Gómez de Lara. A él subieron don Antonio, su madre, doña Ana Ruiz, su hermano José y la esposa de éste. Entre la confusión que invadía las calles, el coche llegó a la Dirección de Sanidad. Era ya de noche y la aviación enemiga volaba una y otra vez sobre Barcelona. Los reflectores barrían el cielo nocturno en tanto algunas piezas de la defensa antiaérea disparaban contra los aviones nacionalistas. Bajo esta fantasmagórica situación, y por la carretera invadida por los fugitivos, confundido entre la marabunta de camiones y coches que se adelantan, caen a las cunetas o chocan entre sí, el auto que conduce a los Machado intenta también llegar a Gerona. Cuando amanece entran en la ciudad. "Gerona -refiere Teresa Pámies- era un manicomio: llena de forasteros acorralados, de vehículos sin gasolina o estropeados... Los caminos estaban llenos de baches y resultaba más seguro ir en bicicleta que sobre cuatro ruedas... Sobre las majestuosas escaleras de la catedral dormían niños y mujeres, de la riada del éxodo. Las calles estrechas de la parte alta estaban tan llenas de militares en desbandada que habría sido difícil buscar desertores entre ellos. No todos, sin embargo, eran desertores. Había soldados que perdieron su unidad, aturdidos, físicamente agotados, pero buscando todavía un jefe militar, un batallón, una compañía en la que poder hacer el último gesto o para no encontrarse solos. Las escenas eran conmovedoras".

La expedición de la que formaban parte los Machado había sido organizada por el doctor Trías. Su propósito era llegar a la frontera. Y formaban parte de ella, entre otros, Tomás Navarro Tomás (director de la Biblioteca Nacional), los profesores Juan Roura, José y Joaquín Xirau (catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona); Enrique Rioja, José M. Sacristán (neurólogo), Royo Gómez (geólogo), Ricardo Vinós, José Puche (rector de la Universidad de Valencia), José Pous y Pagés y los escritores Caries Riba y Corpus Barga. Al atardecer pudieron hacer alto en un caserón de Cerviá de Ter. El día 26, una ambulancia les lleva hasta la masía "Max Feixat", cerca de Viladásens. Mientras la riada continúa y sigue fluyendo, los Machado y sus amigos descansan ante el fuego. Otra vez era la noche. Corpus Barga, cronista excepcional de este dramático viaje junto a José Machado, hermano del poeta, y Enrique Rioja, escribió: "Fuimos de noche... una hermosa, y debía haber sido abundante masía catalana... Estaba Antonio Machado con su madre, su hermano José, el pintor, y la mujer de éste... Machado tenía su inseparable bastón entre las piernas... Ni mientras esperábamos en la masía, ni luego en la expedición, aquella misma noche, y al día siguiente, habló de la guerra y de la situación en que nos encontrábamos si no era provocado por alguna pregunta, y contestaba brevemente y como de pasada, volviendo a la conversación que llevaba sobre temas de la vida y las letras". Don Antonio se acomodó junto al fuego, sobre un diván, entre la luz mortecina. Surgió el tema de Valle-Inclán. Se le oía repetir: "Tenemos que dejarnos de hablar así de Valle-Inclán; su obra está pidiendo que hablemos de ella y de él muy en serio". En plena catástrofe, el poeta se volvía a los poetas. Intentaba ocultar o disimular sus preocupaciones inmediatas, como había hecho siempre, a no ser en sus escritos y sus intervenciones públicas, desde que la guerra había comenzado. En Barcelona, en el crudo invierno de 1938, al atardecer, le gustaba recibir algunos amigos, entre los que eran asiduos Navarro Tomás y el maestro Tornar. Y, junto a la chimenea, escasa de carbón, pero siempre abastecida por el cuidado de los que le querían, disfrutaba leyendo en voz alta o escuchando de labios de algún concurrente páginas del "Quijote", obra que siempre tenía a mano y en la que cada día encontrábamos nuevas facetas: Shakespeare, Tolstoi, Dostoyevsky, Dickens... De poesía, a Bécquer y a Rubén Darío".

La caída de Barcelona, el 26 de enero causó una gran depresión en el poeta. Según confesó después Tomás Navarro en uno de sus escritos, Machado le confesó durante estas terribles horas: “Yo no debería salir de España. Sería mejor que me quedara a morir en una cuneta”. Tal vez pensando en cómo habían acabado tantos adversarios de la España fascista, entre ellos su tan admirado Federico García Lorca.

Estaba todo perdido, la República, su República, a la que tanto había apoyado y por la que tanto había luchado, a la que nunca quiso abandonar cuando le propusieron abandonar España: “Quizás no pueda coger un fusil, pero me sobran fuerzas para coger la pluma”, estaba agonizando, viviendo sus últimas horas, como el poeta. A la primera le quedaban apenas dos meses, al segundo apenas un mes. Esa sería su última noche en España, la del 26 al 27 de enero, y después el azaroso viaje cruzando la frontera entre miles de refugiados, acompañados de lluvia, viento, hambre y frío hasta llegar al final del camino, de ese camino al que tantas veces aludía: Colliure.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo desconocía la mayoría de los detalles que cuentas, sobre sus compañeros de exilio y sus conversaciones.
Te expresas de manera maravillosa. Tienes madera de periodista.
¿Qué decir más? Dejemos que la voz de Antonio reverbere en este comentario con unos versos de su poesías de guerra:

Trazó una odiosa mano, España mía,/
-ancha lira, hacia el mar, entre dos mares/
zonas de guerra, crestas militares,/
en llano, loma, alcor y serranía./
Manes del odio y de la cobardía
cortan la leña de tus encinares,/
pisan la baya de oro en tus lagares/
mueles el grano que tu suelo cría./
(...)

Un beso.

Anónimo dijo...

Buenos días.

Todos conocemos historias sobre lo que fue la guerra civil. Nos toca más cerca y, quizás, por eso, nos duele de otro modo.
Mejor no comienzo. Si lo hago...

Todas las guerras, cercanas o no, provocan sentimientos dolorosos...
Se trata de piel, no de carne.
Tengo la utópica convicción de que, algún día, viviremos en pie de paz... (o quizás lo escribo para autoconvencerme).

De poeta a poeta, creo que a Don Antonio le gustarían estos versos.
Los extraigo de un poema de Uberto Stabile.
En pie de paz es el título. Dice así:

Creo que después de todo
lo único que podemos hacer para detener toda esta locura
será tomar al pie de la letra el valor de las ideas
y declararnos sin más tregua EN PIE DE PAZ.

Difícil, sí.
Imposible?...

Besos y vasos.

Aileon dijo...

¡Qué bonito homenaje a uno de los grandes de la literatura!

Conocía parte de la historia.
Me ha gustado revivirla de nuevo.

Por cierto, muy bien narrado.

Cuídate,
Un beso

Marino Baler dijo...

Gracias a todos. Permitidme que escriba una poesía escrita en el año 38, titulada "A otro conde don Julián". Censurada durante la dictadura. No hace falta decir a quién iba dedicada.

Más tu, varona fuerte, madre santa,
sientes tuya la tierra en que se muere,
en ella afincas la desnuda planta,
y a tu Señor suplicas: ¡Miserere!

¿Adonde irá el felón con su falsía?
¿En qué rincón se esconderá sombrío?
Ten cuidado del traidor. Parile un día.
Se engendró en el amor, es hijo mío.

Hijo tuyo es también, Dios de bondades.
Cúrale con amargas soledades.
Haz que su infamia su castigo sea.

Que trepe a un alto pino en la alta cima,
y en el ahorcado, que su crimen vea,
y el horror de su crimen lo redima.

Un beso.

Anónimo dijo...

¿De quién es el soneto?
Eso sí tienes que decirlo, please!

Marino Baler dijo...

Upss, lo siento Parsimonia.

Es de Antonio Machado y va dedicado a Franco. Según la leyenda, Don Julián era un noble visigodo, padre de una muchacha a la que el último rey visigodo don Rodrigo cortejó y mancilló. Este, en venganza, pidió ayuda a los árabes para limpiar su honor y les ayudó en la invasión de España. El nombre de don Julián va unido al de traición y felonía. El "otro" conde don Julián, al que hace alusión el poema es, evidentemente, Franco puesto que aparte de sublevarse permitió la invasión alemana e italiana en España. El paralelismo es notable y por ello este poema, como he escrito anteriormente, fue censurado. Lo escribió en Rocafort (Valencia) en Marzo del 38.

Mil disculpas por mi lapsus.

P.D. Yo lo he oído recitado y la entonación de rabia que le daba el narrador ponía los pelos de punta.

myself dijo...

Quedaba atrás la guerra y empezaba la pesadilla del exiio, dejando su tierra y perdiendo un maletín con los papeles que más valoraba el poeta.
Excelente narración Marino y a mí me emociona recordar su vida.
Un beso.

Anónimo dijo...

Pues es verdad! Pertenece a sus Poesías de guerra.
No conocía el origen ni el sentido. Te agradezco que glosaras el significado oculto del texto y el origen.
Es increíble lo que sabes de Antonio Machado.