sábado, 15 de agosto de 2015

Decepciones innecesarias



Todos en la vida hemos sufrido alguna decepción. Sí, ese sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona.
Yo reconozco que es de lo peor que me puede ocurrir. Que alguien me decepcione es algo que duele; primero por mí, ya que me siento raro, extraño y sin entender el motivo de por qué se ha producido ese hecho, y, segundo, por el motivo de mi decepción, sea circunstancia o persona, para mí erosiona mi forma de actuar a partir de ese hecho.
Pero es probable, que el principal motivo de una decepción sea uno mismo. Es decir, ¿por qué hay que esperar que si alguien actúa de una manera ante unas circunstancias, esas circunstancias se tornen favorables? ¿Por qué esperar que si alguien actúa de una manera positiva y fiable con una persona se tiene la más mínima esperanza que esa otra persona actúe igual?
No, simplemente son ilusiones que nos creamos en nuestro mundo de colores. Por algún motivo u otro, el azar hará que acabemos siendo víctimas de la decepción y que, al final, siempre acabemos preguntando sin obtener respuesta: ¿por qué?
Probablemente, el mejor antídoto contra las decepciones sea el egocentrismo. Sí, el pensar en uno mismo sin preocupaciones ajenas; de ese modo, no tendremos ese sentimiento que nos lleva a esa sensación tan amarga. Eso, o el pensar que nadie va a hacer nada por ti; hacer las cosas sin esperar una reciprocidad y no, no me refiero a un tipo de recompensa... va más allá; me estoy refiriendo a que si, por ejemplo (uno de los muchos que podríamos imaginar), alguien está mal de salud y te preocupas por esa persona, no esperar que cuando tú lo estés vaya a actuar igual. Para que eso ocurra tienen que existir otro tipo de sentimientos (de amistad, cariño, amor…) que no siempre son recíprocos ¿Quién no ha dicho o ha pensado alguna vez ‘no entiendo por qué actúa así conmigo’ o ‘no me lo hubiera esperado’? Esa es la puerta de las decepciones.
Simplemente pensaba en ello y, afortunadamente, no se trata de una entrada aludiendo a mi estado. Hace tiempo que he aprendido que lo mejor es aplicarse ese refrán marinero de ‘cada palo que aguante su vela’... ¿Egoísta, egocéntrico? No lo sé. Dicen que la experiencia es la suma de los fracasos y llega un momento en que los éxitos afloran.

7 comentarios:

Leo dijo...

Buena reflexión, pero en mi opinión, creo que tú estás muy maduro en ello; creo que mi experiencia es dar sin recibir nada a cambio, es el tiempo el que da la reciprocidad ó por el contrario la aleja.
Es un tema muy complejo pero queramos ó no la balanza ejerce su función para declinarse hacia un lado u otro...

Un besete.

Anónimo dijo...

Conocí a uno que tenía bastante dinero y era muy católico, hacia muchas obras de caridad, pero siempre pensando que Dios le recompensaría por lo que hacía. Le dije más de una vez, que ayudar a la gente esperando una recompensa no tiene ningún merito. Y esta forma de pensar ha hecho se hayan aprovechado de mi. Cuando me han pedido ayuda “incluido dinero” siempre pudieron contar conmigo y ayudé a mucha gente tanto amigos como familiares. Hasta que la empresa que trabajaba empezó a tener problemas económicos y al final cerró. Estuvimos bastante tiempo sin cobrar nada. Por suerte me ofrecieron trabajo en otra empresa y mi suerte cambió. Pero tuve que esperar a que la empresa cerrara y nos despidieran, para poder denunciar y cobrar una parte del fondo de compensación que hay para estos casos. Lo pasé muy mal, y lo peor es que todos aquellos que yo había ayudado, me dieron la espalda miserablemente. Pero lo que más me dolió, a pesar de que nunca les pedí nada y podría haber reclamado lo que era mío...fue ver cómo me evitaban. Después me fue muy bien y el tonto que siempre estaba dispuesto a echar una mano…desapareció. Y a partir de ahí solo me preocupo de mi y hasta el día que falleció mi madre también de ella. La única persona con la que pude contar siempre y los demás que vayan a "fer la mà". Me defraudaron de tal manera que deje de creer en la amistad, y en aquellos que alguna vez consideré mis amigos y amigas. Ahora tengo claro después de lo que pasé, que no tengo amigos...solo conocidos.

Marino Baler dijo...

Leo: creo que puede llegar un punto en el que agote.

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Maikel: la historia que me has contado al principio me ha recordado a la obra de teatro de Tirso de Molina 'El condenado por desconfiado'.
El problema es que si tomas un rol la gente siempre va a creer en eso y pensarán que tú no necesitas nada. Tú das y das y das sin recibir una palabrade agradecimiento o aliento cuando lo necesites, simplemente porque creen que eres así y no te haca falta nada de eso.
Yo, en cierta forma, me he vuelto más selectivo en ese sentido. Al principio cuesta no preocuparte de cosas que antes lo hacías, pero el tiempo pasa y te hace ver que tú eres lo más importante.

Anónimo dijo...

La gente es muy egoísta, se acostumbran a recibir y no dar nada a cambio. Y no hablo de ayuda económica si no moral,que alguien te diga en un momento de mala racha “para lo que necesites aquí estoy yo” esto para mi tiene mucho valor.Pero de todo se aprende y esta situación me enseño mucho, sobre todo… que solo podía contar conmigo.Gracias a Dios, después de Salir de esa empresa me ha ido todo muy bien,tanto económicamente como laboral y a pesar de la crisis y gracias a lo que me enseño aquella situación…vivo muy bien. Aparté a toda la gente que no me hacían ningún bien en mi vida y como tú, ahora selecciono muy bien a la gente con la que me relaciono.

María dijo...

Es cierto, las personas decepcionan, cuando se cree que se les conocen sorprenden...y no gratamente.
Por supuesto que no se debe esperar nada de nadie, el cariño, sentimiento e incluso amor no se entregan con una nota diciendo:
"Debe devolverse a su dueño/a".

Anónimo dijo...

Es cierto Maria que no se debe esperar nada de nadie y esto "ahora" lo tengo muy claro.

Marino Baler dijo...

María: el problema está en que muchas veces se entrega a quien no se debe. Mi abuela decía que 'las cosas de palacaio van despacio', así que imagínate las del corazón... esas van lentísimas y no hay que forzarlas.